martes, 19 de mayo de 2009

Reflexiones de un peregrino


Del libro “Bueno, me largo”, de Hape Herkeling. Este libro ha sido un exitazo de ventas en Europa (más de 3.000.000 de libros vendidos), así que si este verano teneís pensado hacer el Camino de Santiago, seguro que os contrareís con algún que otro lector de este libro que pretende emular al protagonista. El libro está entretenido, y parece que el autor si que consiguió algún tipo de iluminación espiritual. No puedo dejar de sentir cierta envidia, pues en mi experiencia como peregrino la iluminación me resultaba todavía inalcanzable, así que este verano lo volveré a intentar de nuevo, a ver si doy con el interruptor de la luz.

Aquí comparto algún que otro fragmento del libro, que por diversas razones me han llamado la atención.


(…) Después de todo, el humor no es más que una especie de válvula de escape. Quien se ríe de corazón, está diciendo: no soy peligroso. Quien intenta provocar una risa o una sonrisa, simplemente está preguntando: ¿eres peligroso, o te agrado? Y se nota cuando surge de corazón. (…) En los chistes buenos sólo importa una cosa: la inteligencia, junto con una descarga de amor y miedo.
¡El humor tiene que venir de las tripas y debe abrir y ensanchar la mirada! Y una pizca del bajo vientre hace sensual un chiste.

¿Qué nos hace humanos? Nuestras pequeñas manías y los grandes errores. De no ser por ellos, ¡todos seríamos dioses ambulantes!

Quien quiera experimentar una iluminación espiritual, probablemente deba experimentar su absoluto contrario: la oscuridad.

Durante mi camino me he preguntado, una y otra vez, qué significa realmente el sufrimiento. A la larga el sufrimiento es una incomprensión. Y cuando no comprendemos algo debemos tener confianza. De modo que a veces es nuestra actitud la que nos hace sufrir.

Y la hermandad parece ser algo que quiere enseñarme este camino. Pese a todas las diferencias que hay entre los peregrinos, el camino me obliga cada vez más a buscar lo que tenemos en común, lo que me une a ellos y no lo que me separa. Todos buscamos la misma meta sí, y la hermandad, quizás la más terrenal de todas las virtudes, sólo puede aprenderse aquí y ahora. Y cada uno hace lo que puede.

De pronto me siento estrechamente unido a todas las personas que han recorrido este camino, con sus deseos, sus anhelos, sus sueños, sus temores, y siento que no estoy haciendo solo este camino.

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