Leer una noticia se convierte cada vez más en un acto de fe. En los tiempos modernos podríamos pensar que debería estar más que resuelto (TV, internet, periódicos...), pero no es así, da la sensación que la manipulación de los hechos es cada vez más sutil. El resultado al final es que leer La Biblia o El Periódico está siendo más o menos lo mismo, acabo sin saber que creer.
Ejemplos recientes de lo que digo sería lo que ocurrió el 11-S en EEUU y la multitud de preguntas sin respuesta respecto a lo que sucedió en realidad; o sin ir más lejos, los atentados de Madrid el 11-M. En este último caso yo tenía muy clara la manipulación informativa del gobierno del PP en las horas previas a las elecciones, hasta que se me ocurrió leer algo sobre la teoría de la conspiración que manejaban los medios de derechas.
Con este panorama, ¿como hacerme una opinión sobre la Guerra Civil Española y la posterior dictadura, si a poco que me manipulen soy capaz de creerme que Franco era una bellísima persona?
Explico todo esto porque he leido la siguiente entrevista en La Vanguardia, y me la he creido de arriba a abajo, sin pararme a preguntar si esto era realidad o simple periodismo amarillo. La opinión que he visto luego de otros lectores, en la que se mostraban escépticos en su mayoría, me ha llevado a toda la anterior reflexión. A una conclusión si que he llegado: alguien miente. Lo que no se es si alguien dice la verdad.
ENTREVISTA A DANIEL ESTULIN
"Si eliminas la droga, se desploma la economía mundial"
El periodista presenta su nuevo trabajo editorial, 'Los señores de las sombras'
Albert Domènech | Barcelona | 18/10/2007
Daniel Estulin se ha ganado la fama mundial del periodismo de investigación gracias a destacados trabajos como su anterior bestseler La verdadera historia del club Bilderberg, considerado por muchos como uno de los libros más polémicos de la última década. Editorial Planeta presenta ahora su nuevo trabajo, Los señores de las sombras, en el que Estulin quiere poner al descubierto los vínculos entre gobiernos, servicios de inteligencia, terroristas, traficantes de droga, oenegés y grandes empresas petroleras. El telón de fondo: el control de los recursos naturales, cada vez más limitados.
-No sé como va usted de amigos, pero me aventuro a decir que de enemigos debe de tener muchos. ¿Me equivoco?
-No, no te equivocas, tengo muchos más enemigos que amigos (ríe).
-¿Cómo se puede vivir así?
-Bueno, quitarme del medio o matarme es muy sencillo. Tengo gente de seguridad que me protege y ya se entiende que si me pasa algo a mí, el día siguiente habrá mucha gente que empezará a pasarlo mal.
-Gobiernos, servicios de inteligencia, traficantes de drogas, empresas petroleras, incluso algunas oenegés están en su punto de mira en este nuevo libro. Más arriba no se puede apuntar, ¿o sí?
-A mí me interesa el submundo del submundo.
-¿Perdone?
-Hace como tres o cuatro años, y pensando en este libro, empecé a darme cuenta de que en el continente africano se estaban dando un conjunto de coincidencias que tenían un denominador común. Y eso no podía escapar de la lógica de los humanos.
-Ilústreme…
-Terrorismo, drogas, diamantes, traficantes, guerras, todo está vinculado. El patrón de todo esto se explica con el telón de fondo de la crisis energética. Este telón te explica absolutamente todo, desde Litvinenko hasta el once de marzo, el once de septiembre y todas las demás cosas que van pasando. Ni gobiernos, ni Bush, ni oenegés, ésta gente no manda nada.
-Esto se pone interesante. ¿Quiénes son los señores que están en la sombra, según su teoría?
-El hombre detrás de la cortina. Por encima de ellos hay otro nivel hasta que encuentras un grupo de gente que son los que toman las verdades decisiones.
-No me vale. ¿Quién toma las decisiones?
-Son elementos que al ojo humano no existen.
-Eso me queda claro, pero si usted los denuncia es porque no han logrado escapar de su mirada…
-El que manda es el dinero. Hay gente que tiene auténticas fortunas, hablamos de oligarquía de poder, que quiere mantener lo que tiene y hacerse con el control de lo que no tiene a coste nuestro. Te lo razono más. Nos quedan pocos años de petróleo, y el dinero sin el petróleo no funciona. Sin energía no puedes hacer nada. La elite quiere hacerse con el control de los últimos pozos petrolíferos que necesitan para seguir su crecimiento. Las empresas quieren el crecimiento sin límite pero están chocando con el techo de energía finita. La elite, el hombre detrás de la cortina, quiere salvarse a sí mismo, eso sí, a costa nuestra.
-¿La crisis energética es, ahora mismo, el principal tema de discusión de la política internacional?
-En todo. En África hay, a día de hoy, 32 guerras abiertas. Todas son guerras energéticas. Haz un ejercicio: superpón en un mapa del mundo la ubicación del petróleo con los países que están en guerra. Todo encaja.
-Usted hace en el libro especial hincapié en Darfur, ¿por qué?
-Sudán es el epicentro de la crisis mundial entre varios países. Hace pocos meses estuve en Darfur con un pequeño ejército de legionarios que me protegían. Todos los gobiernos occidentales están ahí, pero también están los servicios de espionaje, las grandes multinacionales como Coca-Cola, y también oenegés. ¿Por qué? Darfur es el último lugar en el mundo donde todavía hay petróleo por explotar y donde todavía tienes terreno-y en África en general-para plantar comida.
-Me pinta un panorama peor que el que veía cuando jugaba al Risk. ¿Es exagerado hablar de una posible guerra mundial?
-Sólo sé que todos quieren quitarle poder al de su lado, y el otro no es ningún talibán. Estados Unidos lucha contra Francia en Darfur, rusos contra chinos, israelitas contra americanos…Las alianzas estratégicas no existen, todos están luchando contra el otro.
-¿Y las oenegés cómo cuadran en este conflicto?
-De las 35 oenegés que están en África, 35 pertenecen al mundo blanco occidental. Todas están financiadas por las mismas empresas que quieren hacerse con los recursos naturales. Fundación Rockefeller, Carmedy, Fundación Ford, Oxam… La gente base que está trabajando allí es maravillosa, pero ellos no mandan.
-Lleva diez años investigando como se financia el terrorismo internacional. Descúbranos alguna de las claves…
-En el libro hablo de cómo los judíos trabajan codo a codo con terroristas como Al Qaeda, traficando diamantes a través de África. Son socios de necesidad. Al Qaeda utiliza diamantes para esconder dinero, luego para vender y pagar sus atentados lo hacen a través de las mafias rusas que, a su vez, lo venden a los judíos en Londres, concretamente en Chelsea, que es donde está el centro.
-Yo pensaba que los talibanes y los judíos no se llevaban precisamente bien…
-Es mentira. Los talibanes son una de las doce tribus de Israel, tienen las mismas costumbres, los mismos nombres…
-¿Le ha afectado personalmente todo lo que ha visto y ha vivido durante estos últimos años?
-Sí, claro. Porque tú ves ahí una maldad que no tiene límite. Piensa que para que tú y yo podamos estar ahora aquí, unos negros tienen que morir en África. Es la única forma, porque no hay para todos, y África es la última frontera.
-¿Por qué los medios de comunicación no hablan de todos estos temas que usted me expone?
-Ten en cuenta que el principal negocio de los medios de comunicación no es contar la verdad, sino esconderla. Ellos forman parte de toda esta movida. Piensa que la droga es el lubricante de la economía mundial, si eliminas la droga, se desploma la economía mundial. ¿Cómo puede hablar el New York Times o el Washington Post de esto, cuando se les pueden desplomar sus propias acciones?
-¿Usted sigue la prensa, mira la televisión?
-Yo no tengo televisión. Tampoco hipoteca, vivo en una casa de alquiler porque no me gusta deber un duro a nadie. En mi casa sólo hay energía solar y tenemos un pequeño huerto que nos hace autosuficientes en todo.
-Una forma de vida, supongo…
-Soy antisistema por naturaleza.